Al parecer, el origen de la palabra “sincero” está vinculado precisamente al arte. Recuerdo haber leído hace mucho tiempo que el vocablo “sincero” procede de las palabras latinas: sine y cera, lo que fácilmente puede entenderse como “sin cera”. Según parece, en la Roma antigua, restauradores y escultores chapuceros o faltos de escrúpulos remendaban o disimulaban las grietas y defectos de las esculturas de mármol utilizando la cera. El fenómeno llego a adquirir una dimensión tal que obligaba a los creadores honestos a asegurarle siempre a sus clientes que sus esculturas estaban libres de cera, es decir, que eran sinceras.
Entiendo que la línea que separa dos términos antagónicos es muy, muy delgada en la mayoría de las ocasiones y que esto hace que muchas veces sea difícil saber de qué lado —arte o mera impostura— se sitúa aquello que observamos, escuchamos o leemos. Si bien en el caso de las antiguas esculturas de mármol los clientes desconfiados tenían la posibilidad de exponer las piezas al calor insobornable del sol, las imposturas no siempre son tan fáciles de desenmascarar. Sin embargo hay una regla muy simple que sirve en general para despejar cualquier tipo de dudas y consiste en hacerse uno mismo la pregunta “¿Me emociona?” Si te emociona, si de verdad te emociona esto no solo significa que estás ante alguien hábil, sino también y sobre todo ante un verdadero creador, ante un artista sincero.
Auténtica emoción, eso fue lo que sentí la primera vez que estuve en un concierto de Felix Slim. Ocurrió en el Vapor Ustedes a mediados del 2008 y ocurrió de una manera lo bastante intensa como poder compararse con eso que llaman “amor a primera vista”. En nuestro caso —heterosexuales ortodoxos, convictos y confesos— el sentimiento se ha sublimado a través del amor común por los viejos blues y mediante una creciente amistad personal, así que a estas alturas puedo considerarme un verdadero “fan” y no me pierdo ninguno de sus conciertos en esta ciudad. Los viejos blues no aburren y con Felix se escuchan como en los viejos tiempos.
Esta capacidad de emocionar profundamente no se debe solo al hecho de que Felix sea un artista sincero, sino también y en muy buena medida al trabajo y al estudio incesantes. Los sonidos que salen de su guitarra, su voz y su armónica son el resultado de muchas horas de práctica metódica y es que, aunque él afirma abiertamente ser “autodidacta en el estudio del blues”, ha tenido los mejores maestros posibles: Robert Johnson, Buddy Guy, Cab Calloway, Muddy Waters, Blind Lemon Jefferson, Django Reinhart, Billie Hollyday, T Bone Walker, Charlie Parker, Elmore James, Blind Boy Fuller o Johnny Cash por citar solo algunos nombres de esa legión de estrellas cuya luz ha alumbrado el inacabable camino de su aprendizaje y perfeccionamiento. Este camino está repleto, además de una curiosidad, un entusiasmo y una pasión tan inquietas y profundas como para conducirlo a explorar, más allá del blues y su ámbito afro norteamericano (Jazz, Ragtime, Gospel, Swing, R&B, Soul, Bluegrass, Funky, Rockabilly) hasta llegar a géneros musicales —geográficamente más cercanos, pero alejados, aunque solo en apariencia, del espíritu sonoro del blues— como pueden ser el flamenco o incluso el rembétiko (Ρεμπέτικο o Ρεμπέτικη μουσική -música rembética), esa especie de blues griego, cuyo instrumento principal, el buzuki (μπουζούκι), se ha convertido en una verdadera pasión para Felix. Algo que también llama la atención en sus conciertos es la puesta en escena, sencilla, pero eficaz gracias al cuidado que le dedica a cada uno de los detalles. Estos detalles implican cosas como, por ejemplo, su vestuario —si lo has visto en directo o en fotos puedes pensar que no tiene nada del otro mundo, y llevas razón, no tiene nada del otro mundo, pero es el adecuado, el que necesita la representación y el que no la estorba con distracciones inútiles— o la utilización de un excelente micrófono de diseño retro. Pocos elementos, soltura en el escenario, confianza en sí mismo y en su trabajo, profesionalidad, un fino sentido del humor, algunos guiños para los menos despistados capaces de entender el idioma inglés y conocedores de las letras —suele cambiar palabras o versos enteros— y cierta socarronería (o chulería) es todo lo que necesita Felix Slim para llenar la escena, comunicar efectivamente con su público y entregar un espectáculo en solitario que funciona por todas partes.
Ya en este primer concierto al que asistí el año pasado en El Vapor —se ha repetido de una manera o de otra en todos los demás— alguien del público comentó que le resultaba muy raro escuchar viejos blues tan bien tocados por un tío… ¡de Ceuta! Me llama la atención que a alguna gente pueda llamarle la atención un dato como este, y renuncio, como también lo hice entonces, a comentar la obviedad de que para tocar un tipo de música, cualquier tipo de música, no hay que nacer en una ciudad específica ni predeterminada. De todas maneras sí creo que en ese asombro, este prejuicio que se basa en una suerte de fatalismo geográfico y que trata de insinuar —o de decir abiertamente— que un tío de Ceuta no tiene nada que hacer en el ámbito del blues, hay algo que merece la pena destacar: En Cádiz no es nada frecuente escuchar piezas clásicas del blues tan bien tocadas por un tío… de ninguna parte.
Aquí te dejo el vídeo de una excelente versión del tema de Cole Porter I've Got My Eyes On You, que en esta ocasión Felix interpreta junto al genial Mingo Balaguer.
Para más información consulta el perfil de Felix Slim en MySpace. También puedes ver algunos de vídeos de Felix Slim en YouTube
Texto y Fotos: Harold Perdomo
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