jueves, 16 de abril de 2009

ER SHOWMAN FÉLIX SLIM EN EL BAJO DE GUÍA 67

Era de noche y el viento frío cortaba. Con ese viento y a esas horas la magnífica terraza estaba desierta, pero estoy seguro de que sentarse allí a ver el atardecer tiene que ser un verdadero lujo: estábamos, nada más y nada menos en la desembocadura del Guadalquivir, frente al espléndido parque de Doñana. Tal vez yo sea un poco cínico, pero tengo ese punto cándido que te vuelve tierno ante el espectáculo de una puesta de sol. Me gustó el bar desde que entré. Amplio, bien decorado y sin sobrecargar, una iluminación suficiente y correcta, asientos cómodos, la barra en el mejor sitio posible, un escenario con las dimensiones adecuadas para el local y un equipo de sonido a la altura de todo lo demás. Buen sitio para un concierto.

Habíamos salido de Cádiz cerca de las nueve en el coche de Félix y el camino se nos hizo corto hablando de los problemas que están teniendo últimamente algunos de los bares de Cádiz en los que se hace —o hacía— música en vivo. Demasiados vecinos llamando a la policía para quejarse del ruido y cosas parecidas que no termino de creerme. Pero allí, en el barrio sanluqueño de Bajo de Guía y al final del paseo, parece que no hay vecinos a los que molestar.
El concierto estaba programado para las once y media, así que después de montarlo todo y hacer las pruebas de sonido todavía quedaba tiempo para una cena rápida. Charo y yo, que no teníamos hambre, nos quedamos con las cervezas que nos puso Eli, la camarera guapa y simpática, mientras Félix iba a comer y el público comenzaba a llenar el bar. Clientes habituales y otros casuales habían llegado hasta allí atraídos por una publicidad jocosa: en varios puntos de la ciudad ya habíamos visto grandes carteles que, remedando la iconografía y la retórica toreras, anunciaban una “grandiosa noche musical” a cargo de “la gran figura de la música, er showman Félix Slim”. No me gusta la mal llamada “fiesta” —iba a decir que no me gustan los toros, pero los toros son animales hermosos, así que lo más justo es decir que lo que no me gustan son los toreros—, pero bueno, al menos en este caso, el cartel y el nombre del “diestro” en grandes letras rojas cumplieron su objetivo.

Cuando comenzaron a sonar los primeros acordes de la primera canción, yo estaba pensando que era mi primera vez en Sanlúcar de Barrameda y la primera vez que asistía a un concierto de Félix fuera de Cádiz. Eran cerca de las doce y “Me and the devil Blues” inauguró una noche cargada de inauguraciones. Luego vinieron cerca de 20 temas —dos pases— y todos pudimos vibrar con imprescindibles como “Long distance call”, “A gas for whisky”, “I got my eyes on you”, “Bad Whisky”, “John Henry” o “It don’t mean a thing” y también con algunas de las composiciones Félix para su disco Better Alone.

Como suele ocurrir a menudo en los conciertos en bares, el público fue calentándose poco a poco, aunque desde el principio había un grupo, sentado delante, que evidentemente conocía la música de Félix y no quería perderse ni una sola nota, y había también una chica, guapa, morena y seducida por el ritmo del swing o del rag, que no paraba de bailar. Hacia el final del segundo pase ya era muy notable que nadie allí estaba dispuesto a quedarse con las ganas: los coros cerrados, las fuertes palmadas y los aplausos prolongados casi suplicaban incontables bises… y los hubo.

“Reafer Man”, coreado con todo el entusiasmo del mundo y largamente aplaudido, estuvo a punto de ser el punto final —broche de oro, que solía decirse— del concierto, pero una gran rosa roja, que voló por sobre nuestras cabezas y se posó a los pies del músico, le valió a la guapa y simpática Eli que Félix le regalase el sentido y conmovedor “Pismatara”, con lo que todos los demás también pudimos deleitarnos con ese tema del rebetiko que nunca estuvo en el programa. Si la noche se hubiese terminado así, ya habría sido perfecta, pero gracias al interés y al entusiasmo de algunos chicos del público —entre los que estaba la bella y talentosa Sara Rosique—, nos tuvimos que quedar, conversando con ellos y con Elli, hasta cerca de las cinco entre risas y cervecitas. Un final perfecto para una noche de lujo.
La noche siguiente también hubo concierto. Esta vez sí fue en Cádiz, en el cEm: Félix Slim y Jonny Phillips. Algo diferente: jazz manouche, swing y rebetiko… pero bueno, esa ya sería otra historia.
Texto y fotos: Harold Perdomo

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